De nuevo Zvyagintsev hace un trabajo de orfebrería controlando el mucho más mínimo aspecto en la pantalla. Bastan ciertos breves planos de Aliosha, a fin de que su cara de niño esté que se encuentra en toda la película, o en unos segundos el directivo puede revolvernos el estómago, sin recurrir nunca a los excesos ni visuales ni sentimentales, con una fotografía sobria y con imágenes sencillos y austeras. Magníficamente rodada, con un guion magnífico, que sin dejar el intimismo ácido, en las escenas de búsqueda, se convierte en thriller, y con un ritmo que mantiene la intensidad hasta el desenlace.
A lo largo de una de las discusiones de los progenitores, el niño escoge escaparse para evitar ser testigo, de nuevo, a los chillidos de sus padres. Pero al no regresar pasadas unas horas, la expareja debe salir a buscarlo y dejar a un lado sus inconvenientes para intentar hallar al niño sano y salvo. Como apunte negativo, creo que Zvyagintsev desea introducir una crítica política y social a Rusia y en algunos instantes lo hace de forma algo torpe. Sí que es sutil y creíble que el estado, comprado del bolsillo de los rusos, no pueda ayudar a buscar al niño y tenga que llevarlo a cabo un grupo de voluntarios que no cobra. Sin embargo, el recurso de las novedades en la televisión para lanzar pullas al estado es algo demasiado típico, aparte de que se hace repetitivo e inclusive puede parecer relleno, ya que no guarda relación con la historia principal.
Acabamos con una imagen de la mujer corriendo en una cinta, como resulta lógico, sin desplazarse en ningún instante del sitio, tratando de hallar un futuro mejor, en una eterna huida hacia adelante, pero aferrada a su pasado y a los traumas que arrastra. La película, en lo que a los actores se refiere, se cierra con la mirada final de la madre en ese instante a cámara, rompiendo la cuarta pared, en lo que semeja ser una solicitud de clemencia con respecto al espectador. Esta imagen final de la madre es con un chándal de Rusia y teniendo que dejar de correr de manera prácticamente inmediata, referencia a que la excelencia del país se ha extinguido ya, quedando por último un gigante fatigado ya hasta de sí.
Crítica De “sin Amor” (loveless) Apuntada Por Andrey Zvyagintsev
La relación entre las dos películas al operar de la misma manera atrae mientras a que el final de Leviatán parece, de alguna forma, enlazar con el de Sin amor, creando una unión entre ambas dado que, pese a las diferencias, Zvyagintsev sigue profundizando en la sociedad rusa actual, en este momento, desde una perspectiva que logra ser considerablemente más gran. A nivel narrativo –ojo spoilers– la resolución mucho más capaz es la de que el niño sólo se muestre un par de ocasiones al principio de la película y que se sostenga ausente a lo largo del resto del metraje. Una obra usual incluiría flashbacks o imágenes del niño haciendo travesuras, algo que al fin y al cabo es una concesión para tranquilizar al espectador o para generar conmuevas, pero Zvyagintsev se desmarca, consiguiendo que la ausencia constante del niño ocasione angustia y un vacío real. Por si acaso esto fuera poco, en el final tampoco se presta a dar una gratificación al público, ya que el niño no hace aparición, dejando conque su ausencia y el consiguiente vacío germinen dentro del espectador y hagan de la película algo poéticamente eterno. Si bien no estamos frente a una obra maestra absoluta, de hecho, creo que Leviatán es superior, sí que es un trabajo meritorio y de mucha calidad. Ayudado por el director de fotografía Mikhail Krichman, con el que ha trabajado en varias ocasiones, despliega un abanico de imágenes oscuras, poco sobresaturadas, con tonos azules, que fortalecen esa sensación de frialdad y desolación.
Zhenya, su madre, tiene relaciones con Anton, un hombre mayor que ella, acomodado y dispuesto a casarse. Comienza entonces la búsqueda del menor, recorriendo los diferentes escenarios por los que ésta se realiza. La misma termina con la aparición de un cadáver, que el directivo deja caer que es el de Alexey, pero sin confirmarlo en ningún momento, con los progenitores llorando de impotencia y de íra, negándose a admitir la verdad y diciendo que él no es su hijo. Guardar mi nombre, mail y sitio web en este navegador la próxima vez que comente. La carencia de empatía de Zvyagintsev con el régimen ruso de Putin semeja mas que evidente y queda reflejado singularmente en un diálogo entre Zhenya y la policía.
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Destaca el personaje de Zhenya, con perfección encarnado por Maryana Spivak, la madre desnaturalizada que hiela el ánimo del espectador. Junto a ella, Alexei Rozin, como Boris, y el resto del elenco realizan un buen trabajo en sus respectivos papeles, todos aparentemente carentes de sentimientos. Pero Andrey Zvyagintsev, el directivo, ni los evalúa ni los disculpa -aunque quizás sí los mire con una cierta indulgencia clemente-, sencillamente los muestra desnudos, con su egocentrismo y su vaciedad interior.
Zvyagintsev lleva a cabo un trabajo formal que, de la misma en sus precedentes películas, tiene una enorme solidez y distinción, buscando la adecuación tonal impecable e imprimiendo a la película de un ritmo prodigioso a pesar de la lentitud con la que avanza. Consigue templar las emociones, logrando de ese modo un melodrama seco y duro, en el que una observación malévola contra sus individuos, a veces, se antoja excesiva. Así, Zvyagintsev ubica a su pareja en un momento exacto, el presente de Rusia, pero por su parte se levantan como formas o figuras que representan un egoísmo emocional y material considerablemente más extenso. En este sentido, Sin amor trasciende sus contornos contextuales para convertirse en unas de las mejores películas que han radiografiado cierta miseria emocional de hoy que no posee, o no solo, que ver con un tema de clase social media sino más bien como un mal considerablemente más extendido. La trama de la búsqueda del hijo sirve como motor vehicular para trazar en torno a la pareja un retrato desolador de una clase social media-alta que, sin embargo, posee un mayor alcance en la mirada del cineasta ruso. Zvyagintsev ahora había, por poner un ejemplo en Elena, trabajado el drama como género desde el como ir trazando una mirada personal alén de las coordenadas genéricas.
Crítica
Maryana no quiere a absolutamente nadie pues nunca ha aprendido a llevarlo a cabo, nadie le ha enseñado, con una madre que siente desprecio por ella, como hemos podido ver en la escena anteriormente comentada. Acaba diciendo que quiere a su nuevo novio, Anton, pero observamos que todo se basa, realmente, en el interés. Para su desgracia, terminó siendo tan indiferente con los demás como su propia madre lo fue con ella.
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Se enfoca en una familia rusa que se rompe, padre y madre en proceso de divorcio, y el hijo como si no estuviese. El rechazo que siente este de sus padres, el cual se manifiesta directamente en una charla que tienen, le transporta a irse de casa y no volver. Casi toda la película presenta el proceso de búsqueda del niño, así como las distintas historias paralelas del padre y la madre en su intento por rehacer sus vidas. El director nos enseña a una sociedad deshumanizada, donde las relaciones personales y el cariño han desaparecido absolutamente.
Por otro lado, el tema de los móviles inteligentes, las comunidades, los selfies y demás para evidenciar la banalidad de la sociedad sí que aparece de forma algo mucho más despacio, pero tampoco pienso que sea preciso. El director no exhibe ninguna compasión con los personajes, mostrándoselos al espectador en su estado natural, sin disimular ni lo mucho más mínimo ni sus deficiencias ni sus pecados. Vemos a 2 personas que jamás se han querido buscando a un hijo que jamás les ha llegado a importar. Absolutamente nadie se encarga de sus responsabilidades, pero sí recriminan a los otros que no se encarguen de las suyas. Observamos unas interpretaciones muy logradas, especialmente la llevada a cabo por Zjenja, en el papel de Maryana.